Nuestra historia es inseparable de la de los miles de africanos y afro-españoles que formaron parte de ella, esto no es ni mucho menos un fenómeno reciente.
Sabemos que en la edad media la presencia de gente negra, particularmente en las ciudades más comerciales, no era inusual, ya que incluso en el Siglo XII había peregrinos etíopes haciendo el camino de Santiago.
No obstante, es a partir del siglo XV cuando la proporción de africanos en la península ibérica aumenta exponencialmente, al convertirse nuestro país, tristemente, en uno de los principales centros esclavistas de Europa. Aunque no todos los esclavos eran de origen subsahariano (había también moriscos, indios, berberiscos y turcos, entre otros), la población morisca que permaneció en Andalucía representaría entre un 8 y un 13%, una minoría bastante importante.
Desde El siglo XVI la presencia de habitantes negros en las principales ciudades andaluzas, que tenían puerto de mar es como consecuencia del comercio entre España y sus colonias.
Se calcula que, a finales del siglo XVII, en el momento de máximo apogeo del imperio español, había alrededor de 80.000 esclavos negros o mulatos, viviendo en Sevilla y el 15% de la población en Cádiz era de origen subsahariano, en Sanlúcar de Barrameda de cada mil habitantes, 420 eran de origen negro, casi la mitad de la población. Para hacernos una idea comparativa con respecto a otros tiempos y latitudes, en Londres actualmente la población de ascendencia africana representa el 13,5%.
Sevilla y Cádiz fueron, junto con Lisboa, las principales plazas europeas de compraventa de esclavos. Muchas veces, se les marcaba a fuego con una “S” en un lado de la cara y un clavo en la otra, a manera de sádico jeroglífico de “S-clavo”.
Contrariamente a la esclavitud que se necesitaba en América para las plantaciones, de algodón, caña de azúcar, maíz etc, en España los esclavos eran empleados principalmente en tareas domésticas, que iban desde mozo de establo hasta asistente de pintor, como es el caso de Juan Pareja, esclavo y asistente de Velázquez, cuyo retrato ha llegado a nuestros días, y que llegó a establecerse como pintor independiente en Madrid.
Los que conseguían comprar su libertad, encontraban trabajo como obreros, herreros, panaderos, labradores, carniceros, taberneros; básicamente cualquier profesión excepto las artesanas, que en muchas ciudades estaban vetadas por los propios gremios corporativos.
La contribución económica de estas decenas de miles de africanos, viviendo y trabajando, mayormente en condiciones intolerables, es por tanto incalculable, y también lo es, su aportación, o legado social y cultural, de los ritmos y melodías africanas, que van a impactar, influir y mezclarse sin duda, con otras expresiones musicales de la península, jugando un papel decisivo sobre la conformación del arte jondo.
Una parte de los esclavos negros, venían de la costa occidental africana, especialmente Angola y del Golfo de Guinea, y la cuenca del Zaire, a Sevilla y Cádiz, y otra parte procedían ya del Caribe, pero en ambas, existía una misma familia musical común, que también fue desarrollándose en las colonias caribeñas a lo largo de los primeros tiempos del descubrimiento americano.
Cuando llegaban a los puertos andaluces estos bailes nativos, causaban furor entre los vecinos de los arrabales donde habitaban las clases más marginales y la marinería.
Después, este fenómeno se repetiría entre la clase media-alta, generalmente después de que lo adoptaran las gentes del teatro, y lo pulieran hasta convertirlo en un baile más académico.
Digamos que, las originarias danzas festivas de éxtasis y fertilidad tribales, se transformaban en bailes picarescos de jolgorio y frivolidad.
Durante la segunda mitad del siglo XV, el recrudecimiento de la guerra granadina incrementa el contingente de esclavos en Andalucía occidental, tanto africano como mudéjar o morisco. Precisamente tenemos noticias de que en Jerez se reunían para cantar y bailar alborotadamente, con panderos, timbales y otros instrumentos, y hubo necesidad de disponer medidas de orden público para evitar las frecuentes peleas interétnicas en que solían acabar dichos encuentros.
En 1477 llega la reina Isabel I de Castilla a Sevilla, y es recibida en la puerta de la Macarena con la participación de este tipo de bailes.
Tras la guerra de sucesión en Castilla, en 1479, el principal contingente de esclavos negros procederá de Lisboa, pero Sevilla seguirá siendo la segunda ciudad europea con mayor número población africana.
La abolición de la esclavitud
Mientras que en Inglaterra el tráfico de esclavos se prohibió en 1807 y la esclavitud se abolió en 1833, en Francia la propiedad sobre personas se suspendió en 1848 y en Estados Unidos Abraham Lincoln liberaba a los esclavos en 1863, y España en 1880, siendo uno de los últimos países en firmar una ley que acabase con lo que hoy día se considera inhumano.
Oposición a la liberación de esclavos
Esta ley del 18 de febrero de 1880 no convertía en personas libres a los esclavos, sino que les sometía a otras condiciones durante unos plazos arbitrarios. Transformaba en libertos a los esclavos: esto implicaba que la libertad tenía un precio económico que estos debían pagar a sus patronos.
Este sistema duró seis años, hasta que el decreto del Ministerio de Ultramar del 7 de octubre de 1886 acabó definitivamente con él, liberando a 600.000 personas
Barcelona fue una de las principales ciudades que ejercieron presión a favor de mantener la esclavitud, este hecho se puso de manifiesto a lo largo del año 1872, cuando se constituyeron en diversos municipios diferentes Ligas Nacionales, organizaciones de empresarios y terratenientes contrarios a la abolición.
La asociación más numerosa de todas fue la de Barcelona: 3.000 personas se reunieron ese 19 de diciembre de ese año, para manifestar su rechazo al abolicionismo.
Como nos recuerda esta copla, que los viejos maniseros solían cantar, y que todavía se recuerda en las calles viejas de la Habana:
Desde el fondo de un barranco.
Grita un negro con afán
Dios mío, quién fuera blanco,
Aunque fuera catalán.
“Negro curro a mi me dicen
yo soy negro de pellejo
pero soy andaluz viejo
aunque algunos me contradicen.
No consiento que me pisen
la historia que no escribí (…)
yo siempre tuve arte
donde quiera que viví”